Del cielo un poquito
Nunca
se sabe
quien
será,
quién
llegará
a
ser tu ángel,
en
el momento
en
que más lo necesitas
y
menos lo esperas.
Puede
ser
cualquiera,
pero
nunca
será
un
cualquiera.
Tendrá
alas,
se
hará visible
y
luego invisible,
tendrá
mañas de ángel,
modos
de ángel,
será
ángel
todo
el tiempo que
de
él precises,
y
luego,
como
si nada, otra vez
de
carne y hueso,
un
mortal entre
mortales.
Y
entonces,
ese
ángel caído
irá
abriendo el camino
para
que llegue otro ángel,
hoy
mismo,
o
mañana,
si
estás muy cerca del abismo,
si
las urgencias
del
alma o del cuerpo
piden
ángel.
Pero,
¡todos
atención,
estar
atentos!
tales
milagros
sólo
ocurren,
si
el hoy malherido,
herido
a muerte,
o
quebradizo
ser
humano
en
peligro de desplome,
ayer
supo
ser
ángel para otro,
-colgarse
las alas de paloma
en
las cicatrices
donde
alguna vez tuvo
alas
plateadas
de
ángel verdadero-
y
entregarse
a
su tarea de criatura
que
protege a otra
frágil
criatura.
Qué
digo,
no
sólo ayer;
también
mañana
habrá
de estar dispuesto,
atento,
presto,
el
hoy maltrecho
y
necesitado de asistencia
a
oír el arreglo de la vida
que
lo llama a ser ángel
con
éste,
con
el otro,
con
quien sea
que
esté urgido de concurso,
asiento
o compañía
-ocurre
con frecuencia
que
nadie más
está
por ahí rondando-.
Así
pues vamos
los
cualquieras
por
el mundo
regalándonos
unos
a otros,
otros
a unos,
del
cielo un poquito.
Las Brujas, abril 14 de 2009
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