A veces
tengo que huir
de tu voluntad imperiosa
que me llama
y me deja.
Apareces, cada tanto,
y ordenas.
Yo me hinco
ante el deseo
que es mi ley.
Desapareces,
¡cuánto!
sin anunciar,
sin dejar rastro.
No sé dónde vas.
Si a un río,
una trocha,
un país.
Se subvierte, entonces,
la ley natural.
Lo que se dobla,
se yergue,
herido.
El arco dispara
contra mi propio corazón
y voy a un mundo
sin ti.
Sept 6 de 2014